jueves, 23 de agosto de 2007

Hamlet quisiera ser Horacio...


Con la serenidad amenazada desde tantos frentes, con los nervios vueltos alambre de espino, que hieren hacia dentro lo mismo que hacia afuera, sólo me queda volverme hacia un sitio. Abro las obras completas de Shakespeare al azar y le pido consejo:

"Tú has sido como aquel
que, sufriéndolo todo, nada sufre;
un hombre que, sereno, recibe por igual
reveses y favores de Fortuna. Dichoso
el que armoniza pasión y buen sentido
y no es flauta al servicio de Fortuna
por sonar como le plazca. Dame un hombre
que no sea esclavo de emociones, y le llevaré
en mi corazón; sí, en el corazón del corazón,
como yo a ti. Pero ya basta."

No, Hamlet... Horacio ya no mira, registra y calla. Horacio ya no es la esponja y el amanuense, el confesor y el psicoanalista. Tiene en marcha su propia tragedia. No se está en vano tanto tiempo en el corazón del corazón de Hamlet.

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