domingo, 6 de abril de 2008

El medallón




Cuentan de Michel de Montaigne, a quien admiré como librepensador, escéptico, literato y posible inspirador de Shakespeare, uno de mis grandes amigos muertos, uno de esos talentos como el de Baltasar Gracián, que te hacen desear haber podido hablar de tus problemas con alguien tan lúcido, un verdadero médico del espíritu, no me enrrollo más... Cuentan, digo, que llevaba un medallón en el que se leía: "¿Que sais-je?"
Suelen interpretar esa frase como una muletilla antidogmática, como un recordatorio de las propias limitaciones a la hora de enfrentarse a la tentación de sentar cátedra.
No eres un dios y no estás en posesión de la verdad.
A mí me gusta relacionarla también con aquella clásica frase de Diógenes: "El arte más difícil es el de no olvidar lo que uno sabe". Es decir, a pesar de saberse desposeído de verdades últimas, no se puede uno olvidar de ser fiel a las modestas "Verdades personales". Hablo de un somero método en la búsqueda de la verdad.
De no apearse de un rigor.
Y por supuesto de un mínimo código deóntico.
Es duro.
Mucha gente cree que el relativismo moral te conduce al sofismo.
A convertir el discurso en una simple poética de la justificación.
Por el contrario, lo consecuente es atenerse a las conclusiones de la propia moralidad, por lo menos hasta que uno no encuentre argumentos de peso para modificarla. No es el Bien, pero es mi código.

La lealtad hacia los amigos, o hacia la pareja, es una de esas pequeñas normas que trato de respetar pase lo que pase. Siempre dentro de lo lícito (ese es otro debate tópico de la ética clásica).

Eso es lo que solidariza estos días con mi Gata.
(Yo hace mucho tiempo que no espero lealtad de nadie.
La recibo como un regalo.
La doy como una exigencia propia.
Ójala se pudiese comprar lealtad con lealtad.
Son malos tiempos para la amistad cuando hay dinero o un trabajo por enmedio.
Me ciño a mi experiencia.)
Pero la Gata vive, creo yo, en el deseo de un universo simétrico.
Una hermosa estructura en blanco y negro.
Todo brillo y contraste, como sus fotos.
Donde el balance de la amistad y el amor cuadra al final.
Por eso lo está pasando mal.
Ella espera mucho de los demás.
Tanto como siente que da.
Siente que le están fallando.
Y eso le ha estado volviendo ferozmente difícil de tratar.
Aunque se esfuerza. Noto que se esfuerza. Y lo valoro.
Así que aquí estoy, entre ella y la amargura.
Sólo yo con mis dudas y mi insano hábito de hacer de abogado del diablo.
Haciendo de "A pesar de todo..." mi divisa.
Sólo tengo mi hombro y mi experiencia.
Bien poca cosa. Aquí está.
Quizás querer sea eso.
Aceptar las crisis de crecimiento y sus dolores.
Esperar un poco para volver a decir "Yo".

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"¿Que sais-je?"

Roxanne.

Kat Dagover dijo...

A mí los anónimos me hacen arrugar e hocico felino... no vayamos a tirarnos las bragas a la cabeza... todavía... ¬¬